Pablo Gómez: Escisión consumada
La escisión del Partido de la Revolución Democrática se ha consumado. Este partido fue una expresión de 30 años de lucha por lograr la unidad de la izquierda mexicana en un mismo partido y de 24 años de haberla alcanzado en lo fundamental. Hoy, llega a la escisión y, por tanto, a la regresión en una de sus principales causas.
Sin duda la escisión es producto de una crisis en el PRD, por lo cual se puede hablar también de una incapacidad manifiesta de resolver esa misma crisis. Los motivos no son las divergencias sobre la táctica, las cuales siempre existen en toda formación política, sino principalmente la manera de ser del partido, sus relaciones con otras fuerzas y otros políticos, así como su comportamiento interno, las formas de reparto de puestos y candidaturas. El crecimiento de la crítica de esa manera de ser que ha ido incorporando al PRD en el sistema mexicano de partidos con todas sus deformaciones y corrupciones, fue lo que dio fuerza al planteamiento de López Obrador de crear otro partido: Morena.
Hay varias formas de ver el asunto. Por una parte hemos oído decir que se trata de algo natural en tanto que esperado e inevitable. Por otra, hemos leído que no se trata de una división sino de la formación de otra cosa dirigida a otro ámbito político. También escuchamos las voces que festinan la creación de un nuevo partido y consideran que será algo verdaderamente nuevo y promisorio. Creo que todos estos análisis son equivocados.
El propósito de un partido de verdad es convertirse en una mayoría política, gobernar y aplicar su programa desde el poder. Ese es también el propósito del PRD aunque muchas veces se pierda de vista, estorbado por el oportunismo recurrente de los políticos. El PRD ha sido una parte de la ciudadanía mexicana, expresión de una crítica y de aspiraciones de cambio nacional. Este partido no se formó para albergar grupos políticos con el fin de repartirse posiciones y, en su densidad ciudadana, no ha sido así, por más que sus relaciones internas lo hayan orillado hacia ese sendero.
La escisión del PRD es una regresión, una forma de hacer más difícil la conversión de la izquierda en una mayoría política nacional. La atomización de formaciones políticas de izquierda no puede ser, por tanto, lo deseable y tampoco lo necesario para reconducir las perspectivas políticas de esa corriente nacional.
En ocasiones las escisiones son indispensables, pero ello ocurre en otro plano, en especial cuando se produce un cisma, una bifurcación de objetivos, una confrontación de programas. De esto hay muchos ejemplos en la historia, pero esa no es la situación de México en el momento actual, mucho menos cuando estamos frente a una restauración política.
Los cambios en el PRD deberían verse como algo impostergable, ciertamente, pero la formación de Morena los hace más difíciles en tanto que una de las corrientes favorables a esos cambios ha decidido ir a formar un nuevo partido bajo el argumento de que el PRD no tiene remedio. Pero éste –el remedio—debería estar en los críticos, en quienes buscan que las cosas marchen en otra dirección.
Producida la escisión, lo que es necesario ahora es consolidar el llamado frente de las izquierdas y lograr que el PRD defina una clara línea de unidad de acción con Morena en todos los temas, lo que incluye el compromiso de realizar consultas y discusiones en cada circunstancia y sobre los problemas de fondo. Es preciso que entre Morena y el PRD se establezca una relación de respeto y colaboración sistemática. Por ese camino podría lograrse en algún momento lo necesario y conveniente: la reunificación.
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