Señor secretario:
A pesar de haber leído detenidamente los datos públicos de su currículum en realidad no sé quién es usted ni me queda claro cuál es su experiencia en educación. Sin embargo, sí sé quién soy yo: una maestra que ha transitado por más de 40 años en el sector educativo pasando prácticamente por todos sus niveles sin abandonar nunca el de educación básica. A lo largo de este tiempo he tenido que presenciar que toda clase de mercachifles vean a los docentes y a las escuelas como el mercado potencial más moldeable y más apetecible para cubrir sus aspiraciones financieras. Hoy día, cuando el mercado prima por encima de cualquier otra cosa, esta situación se acrecienta sin que parezca que nadie esté dispuesto a pararla. Por el contrario, tenemos pruebas evidentes de que la misma Secretaría que usted dirige no sólo prohíja –no sé si con conciencia o no, quiero darle el beneficio de la duda– sino impulsa y promueve, por no decir impone a los docentes criterios como los de los “cienciólogos de la dianética” (así, con minúscula) a través de la entrega (certificada con foto, eso sí) de unos deleznables “materiales de apoyo para mejorar los resultados de enlace”. Hace ya muchos años que Ronald Hubard y sus secuaces han hecho de las suyas en México, y también hace muchos que los y las especialistas en desarrollo y en Pedagogía de este y otros países han mostrado con creces la pobre idea de infancia, de quienes aprenden y de quienes enseñan que se vende desde la dianética.
Nadie que sea un poco conocedor espera más de ellos, pero tampoco nadie espera que esa posición doctrinaria y por tanto adoctrinadora sea promovida en un país que aún, aunque a algunos les pese, tiene una Constitución que defiende y promueve el pensamiento laico, mismo que le da a usted derecho, en lo personal, de ser todo lo dianético que guste, pero que le impide desde el puesto que ocupa promover oficialmente o dar beneplácito a cualquier sistema de creencias por muy bueno y “bien intencionado” que le parezca. No faltarán voces que digan “Si lo regalan, hay que tomarlo a ver si sirve de algo”, dando así cabida a la clara intención de los señores de entiendemaslogramas.org
Por mi parte, aún espero que el estado de Puebla produzca al menos los libros gratuitos de lectura que la Federación nos quitó con la RIEB, o un libro adecuado de contenidos regionales para tercero de primaria, o la llegada completa de los libros de texto gratuitos de geografía para cuarto grado. Me cuesta que mi escuela deba esperar indefinidamente para poder tener los libros del rincón; tareas todas, esas sí, urgentes de gestionar desde su función.
No sé cuál es su idea de enseñante, señor secretario, pero sepa usted que las y los docentes somos entes pensantes que no estamos dispuestos a meternos inmundicias por la boca o los ojos sólo por el hecho de que alguien nos las “regale”. No dirige usted una iglesia ni una cofradía, dirige una Secretaría de Educación Pública. ¿Se tomó usted o su subsecretario de básica la molestia de revisar los contenidos –si es que así puede llamárseles– de los materiales que envió? ¿Ha visto la concepción de persona y de aprendizaje que presentan? ¿Supone que verdaderamente vayan a ayudar a alguna criatura a construir un pensamiento autónomo moral e intelectualmente? ¿Va usted a decir que sí a todos aquellos que se acerquen a pedir su aval para meternos más pobreza mental en las escuelas? Por mi parte digo no, y por supuesto no le digo gracias por el paquete. Se lo devuelvo con todo y empaque: mi dignidad de maestra me impide aceptarlo y aceptar el papel en el que se me coloca al entregármelo. Como ciudadana de un país laico y como maestra exijo una reconvención pública y espero mejores cosas de un gobierno que se dice del cambio. Lo dicho no tiene intención de ser sustento para que se monte encima ningún oportunismo político, es personal y no me representa más que a mí misma con el único derecho que me da el ejercicio docente de tantos años, aunque estoy cierta de que muchas otras personas comparten mi molestia.
Quedo, si es de su interés, en condición de precisar las pifias pedagógicas y éticas de los documentos repartidos. Con indignación.
Hortensia Fernández Fuentes. hortensiafernandezfuentes@gmail.com
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